Casting de Natalie A. Williams

Cuando eres pequeño todo el mundo te mira en menos. Eres un punto débil. El ultimo escalón de la larga escalera que hay sobre ti. Sobre tus tíos y familia. Suspire mirando fijamente a todas y cada una de las muñecas de porcelana que tanto me gustaba coleccionar. Eran bonitas. Muy bonitas. Unas más tétricas que otras. Me gustaban las de cabello rojo, casi anaranjado. Parecía como si tuvieran fuego en la cabeza. Unos hermosos rizos de fuego. Daba miedo tocarlos. No por el realismo similar al fuego, si no porque me asustaba arruinar el perfecto peinado de la muñeca.

Miré al rededor de mi pieza. Tan ordenada. Siempre limpia, me provocaba querer desordenar todo. Lanzar todo, y acostarme en medio del desorden. Saltar sobre la cama y desordenar los cojines y las sabanas. -Me aburro.- murmuré, rodando los ojos, para dejarlos fijos en el libro de historia que me había robado de la biblioteca de la casa. Papá siempre me dejaba sacar los libros que yo quisiera. Decía, que yo era inteligente, más que los demás niños. Sonreí al repasar esas palabras con su voz.

Yo tenía claro quién era. Lo inteligente que era, y lo hermosa que llegaría a ser algún día. Me alegraba, saber que tenía a mucha gente cuidando de mí. A mucha gente trabajando para mi papá. Que el estaba bien, que yo estaba bien... pero que me aburría inmensamente. Me puse de pié y camine a la puerta, la abrí un poco y asome mi rostro. El pasillo estaría vacío de no ser porque a cada lado de mi puerta estaban el Simio, y el Gorila. Dos guardaespaldas que cuidaban siempre de mí. Me gustaban esos apodos, ya que eran grandes y musculosos. Muy fuertes.

Miré algo decepcionada a ambos y cerré, sin decir nada la puerta. Corrí hasta la repisa con muñecas y tomé la que últimamente estaba siendo mi favorita. Había decidido llamarla Anne Bonny como una de las únicas dos famosas piratas mujeres que existían en el mundo. Volví a reparar mis ojos en el libro que había estado leyendo. Era de Historia. Los grandes piratas de la Historia. Entre ellos, las fuertes e independientes Anne Bonny y Mary Read. Ambas compañeras de fechorías, camaradas, que se habían abierto paso y camino en un mundo solo de hombres. Acaricie la mano de porcelana de la muñeca, Anne. Me gustaba pensar, en los orígenes nobles de La pirata Anne Bonny. Enseñada para ser una señorita, una dama, que como todas algún día se casaría y no haría otra cosa que tener hijos, amarlos y criarlos. Pero la verdad, era que ella, siendo hija del adulterio, había tenido que valerse desde siempre por si misma.

Yo ahora, aspiraba ser como Anne o Mary. Una niña, que algún día como mujer se valdría sola. Con solo su cerebro, y nada más. La admiraba. La admiraba como figura femenina, ya que siempre, el objeto de toda aspiración, sería mi padre, nadie más que él. Excepto, cada vez que hablábamos de mi mamá, y se callaba, y me distraia. Su error, había sido pedir una hija lista. Por eso me enojaba a veces con él, porque él era consciente de mi inteligencia, el me educaba personalmente, y sabía que mis dudas sobré mi madre, siempre afloraban en mi cabeza. Siempre.

Quité la mirada del libro de Historia, y me regresé a la puerta, abrazando a la muñeca, la abrí y salí, dirigiéndome a la cocina. -Quiero hacer galletas.- expliqué, avanzando, muy segura que tras de mí venían Simio y Gorila. -A mi papá le gustan mis galletas. El siempre lega con hambre.- dije, bajando los escalones de dos en dos, tarareando una canción -¿Han leído sobre piratas?- pregunté, volteando la cabeza una vez, con curiosidad. El Simio no dijo nada, solo me miró, y el Gorila, se río de mí.

Hice una mueca, volviéndome al pie del ultimo escalón, con ambas manos en mi cadera, levemente ofendida. De nuevo se reían de la niña. La pequeña Natalie -Que antipáticos.- dije en voz alta, haciendo un puchero, mientras me aferraba el pomo de la puerta de la cocina -Deberían leer más.- murmuré, bufando, y haciendo uso de mi fuerza para empujar la pesada puerta. Entré y dejé a Anne en el mesón. -Quiero sorprender a papá.- me dije a mí misma, corriendo por toda la cocina, para reunir los ingredientes y preparar galletas.

Soy una niña. Y siendo quién soy, precedida por mi apellido, tengo que ser una niña increíblemente lista e inteligente, guapa y delicada. La única de todo el millón de chicas de mi edad. Quiero llegar a ser la Anne Bonney de este siglo. Quiero ser como papá. -Algún día. Ahora, tengo solo 11. Y con 11 no hago nada... Solo galletas. Galletas para mi papá.-